viernes, 9 de octubre de 2009

Primera reunión de octubre: 7/10/09

Hoy empezamos informando de algunos cursos interesantes para las socias: Jornadas Agaete por la Igualdad; Jornadas de Participación Ciudadana en Gáldar; Género y Comunicación en el Cabildo.

Posteriormente pasamos a comentar y a reflexionar sobre la obra de teatro "Evangélicas, Divorciadas y Vegetarianas".

Terminamos leyendo lo siguiente:
Una mañana, meditando un anuncio con una expresión que resonó de una manera especial en mi corazón "Descalzarse para entrar en el otro".

Le pregunté al Señor qué significaba esto. Se me ocurrían palabras como: Respeto, delicadeza, cuidado, prudencia.

Me sentí impulsado a leer las palabras del Ex. 3,5 "No te acerques más, sácate tus sandalias porque lo que pisas es un lugar sagrado."

Fueron las palabras de Jahvé a Moisés ante la zarza que ardía sin consumirse, y pensé: "Si Dios habla al interior de mi hermano, su corazón es un lugar sagrado".

Sentí que el Señor me invitaba a descalzarme y luego a caminar. Inmediatamente experimenté una resistencia: "no quería ensuciarme". Me resultaba más seguro andar calzado en los otros: La comodidad y el temor.

Vencido este primer momento comencé a caminar y el Señor a cada paso iba mostrándome algo nuevo. Advertí como descalzo podía descubrir las alternativas del terreno que pisaba distinguir lo húmedo y lo seco del pasto de la tierra. Necesitaba mirar a cada paso lo que pisaba, estar atento al lugar donde iba a poner mi pie. Me di cuenta de cuántas cosas del interior de mis hermanos se me pasan por alto las desconozco, no las tengo en cuenta por entrar calzado, con la mirada puesta en mí o isperso en múltiples cosas. Pude ver también cómo descalzo, caminaba más lentamente; no usaba mi ritmo habitual sino trataba de pisar suavemente, donde mis zapatillas habían dejado marcas, mi pie no las dejaba. Pensé entonces cuántas marcas habré dejado en el corazón de mis hermanos a lo largo del camino y experimenté un gran deseo de entrar en lo otros sin dejar un cartel que diga: "aquí estuve yo".

Por último, fui atravesando distintos terrenos, primero de pasto, luego un camino de tierra hasta llegar a una subida con piedras, sentí ya deseos de detenerme y volver a calzarme, pero el Señor me invitó a caminar un poquito más. Advertí que no todos los terrenos son iguales y no todos mis hermanos son iguales. Por tanto, no puedo entrar en todos de la misma manera. Esta subida me exigía aún más lentitud y cuando más suavemente pisaba, el dolor de mis pies era menor. Esto me decía: "Cuanto más difícil sea el terreno de mi hermano, más suavidad y más cuidado debo tener para entrar".

Después de este recorrido con el Señor, pude ver claramente, que descalzarse es: "entrar sin prejuicios, atento a la necesidad de mi hermano, sin esperar una respuesta determinada, es entrar sin intereses, despojado de mi alma."

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