El 4 de junio proyectamos la película "La pontífice" en nuestra nueva sede.
La Mujer Papa, basada en la historia de Juana, quien
según la leyenda, ocupó el trono de San Pedro en el siglo IX con el
nombre de Papa Juan VIII.
En la página denominada enciclopedia católica aparece las explicaciones siguientes en torno a esta realidad/leyenda:
La leyenda sobre un papa mujer, quien más tarde llevó
el nombre de Johanna (Juana), apareció por primera vez a mediados
del siglo XIII.
VARIACIONES DE LA LEYENDA
Primera versión: Jean de Mailly. El primero que parece
haber tenido conocimiento de la leyenda fue el cronista dominico
Jean de Mailly (Archiv der Gesellschaft fur altere deutsche Geschichte,
xii, 17 sq., 469 sq.) de quien otro dominico, Etienne de Bourbon
(1261), adoptó la historia y la incluyó en su trabajo
sobre los "Siete dones del Espíritu Santo".
En dicho relato, la supuesta papisa se ubica alrededor del año
1100 y aun no se le pone nombre. La narración dice que una
mujer muy talentosa, vestida como un hombre llegó a ser notario
de la Curia, después cardenal y finalmente Papa;
que un día esta persona salió a montar y en esta ocasión
dio a luz un hijo; que entonces fue atada a la parte posterior de
un caballo, arrastrada alrededor de la ciudad, apedreada por la gente
hasta morir y enterrada en el sitio mismo donde falleció; y
que ahí fue puesta una inscripción que decía
lo siguiente: "Petre pater patrum papissae prodito partum".
Durante su mandato, añade la historia, fueron introducidas
las témporas, que por eso eran llamadas los "ayunos
de la papisa".
Segunda versión: Martín de Troppau. Una versión
diferente aparece en la tercera reseña de la crónica de
Martin de Troppau (Martinus Polonus), insertada posiblemente
por el autor y no por un transcriptor posterior. A través de
este muy popular trabajo, la historia llegó a ser mejor conocida
en la siguiente forma: Después de León IV (847-855)
el inglés John de Mainz (Johannes Anglicus, natione Moguntinus)
ocupó la silla papal dos años, siete meses y cuatro días.
Él era, supuestamente, una mujer. En su juventud fue llevada
a Atenas con ropas de hombre por su amante y allí fue tal su
avance en el aprendizaje que nadie la igualaba. Llegó a Roma,
donde enseñó ciencias y atrajo así la atención
de intelectuales. Gozó del mayor respeto por su conducta y erudición
y finalmente fue seleccionada como Papa, pero, quedando embarazada
de uno de sus asistentes de confianza, dio a luz un niño durante
una procesión desde San Pedro
a Letrán, en algún lugar entre el Coliseo y San
Clemente. Ahí murió casi de inmediato y se dice que fue
enterrada en el mismo sitio. En sus procesiones, los papas siempre evitaban
este camino; muchas personas creían que los papas hacían
esto por su animadversión a esa desgracia.
Aquí aparece por primera vez el nombre de Johanna (Juana)
como el de la supuesta papisa. Martín de Troppau había
vivido en la Curia como capellán y penitenciario del
Papa (murió en 1278), razón por la cual su historia
papal fue ampliamente leída y a través de él
la leyenda obtuvo aceptación general. Un manuscrito de su crónica
relata de una manera diferente el destino de la supuesta papisa: tras
de su alumbramiento Juana fue inmediatamente destituida e hizo penitencia
por muchos años. Su hijo, se añade, llegó a ser
Obispo de Ostia y la tuvo enterrada ahí después de su
muerte.
Versiones posteriores. Crónicas posteriores hasta
daban el nombre que llevaba de niña; algunas le llaman Agnes,
otras Gilberta. Se encuentran más variaciones en los trabajos
de diferentes cronistas, por ejemplo en la "Crónica Universal
de Metz", escrita alrededor de 1250 y en ediciones subsecuentes
de la "Mirabilia Urbis Romae" del siglo XII (?).
Conforme a ésta última, en una visión
le fue dado a escoger a la papisa entre la desgracia temporal y el
castigo eterno; ella eligió lo primero y murió durante
el parto en la calle.
VALORACIONES TEMPRANAS DE LA LEYENDA
Aceptación crédula. En los siglos XIV y XV esta
papisa era ya considerada como un personaje histórico, de cuya
existencia nadie dudaba. Tenía su lugar entre los bustos de la
Catedral de Siena. Bajo Clemente VIII,
y a petición suya, fue transformada en el Papa Zacarías.
El hereje Jan Hus, en la defensa de su falsa doctrina antes del
Concilio de Constanza, hizo referencia a la papisa y nadie cuestionó
el hecho de su existencia. Sin embargo la papisa no se encuentra en
el "Liber Pontificalis" ni entre los retratos de los
papas de San Pablo extramuros en Roma.
Valoración crítica. Esta supuesta papisa es
por completo un invento de la imaginación. En el siglo XV,
tras el despertar del criticismo histórico, algunos estudiosos
como Aeneas Silvius (Espist., I, 30) y Platina (Vitae Pontificum,
No. 106) encontraron que la historia no tenía sustento. Desde
el siglo XVI historiadores católicos empezaron a negar la existencia
de la papisa, ejemplos de ello fueron Onofrio Panvinio (Vitae
Pontificum, Venecia, 1557), (Vitae Pontificum, Venice, 1557), Aventinus
(Annales Boiorum, lib. IV), Baronius (Annales ad a. 879, n. 5) y otros.
Valoración protestante. También algunos protestantes,
como Blondel ("Joanna Papissa", 1657) y Leibniz ("Flores
sparsae in tumulum papissae" in "Bibliotheca Historica", Göttingen,
1758, 267 sq.) admitieron que la papisa jamás existió.
Sin embargo, numerosos protestantes hicieron uso del mito en sus ataques
al papado. Todavía en el siglo XIX, cuando lo insostenible
de la leyenda fue reconocido por historiadores serios, algunos protestantes
(e.g. Kist, 1843; Suden, 1831; y Andrea, 1886) intentaron, con un
espíritu anti-romano, probar la existencia de la papisa. Incluso
Hase ("Kirchengesch.", II, 2nd ed., Leipzig, 1895, 81) no pudo reprimir
escribir una nota llena de rencor y carente en absoluto de valor histórico
sobre este tema.
PRUEBAS DE SU CARÁCTER MÍTICO.
Las pruebas principales del carácter enteramente mítico
de la papisa son:
- Ninguna fuente histórica contemporánea entre las
historias de los papas tiene conocimiento de ella; tampoco se hace
mención de ella hasta la mitad del siglo XIII. Resulta increíble
que la aparición de una "papisa", si hubiera sido
un hecho histórico, no hubiera sido notada por ninguno de
los numerosos historiadores de entre los siglos X y XIII.
- En la historia de los papas no hay lugar en donde encaje esta figura
legendaria. Entre León IV y Benedicto
III, donde Martinus Polonus la coloca, no es posible
insertarla porque León IV falleció el 17 de julio
del año 855 e inmediatamente después de su muerte Benedicto
III fue elegido por el clero y por el pueblo de Roma; solo
que a causa del advenimiento de un antipapa en la persona del
cardenal depuesto Anastasius, Benedicto III fue consagrado hasta el
29 de septiembre. Existen monedas con las imágenes de Benedicto
III y del emperador Lotario I, quien murió el 28 de septiembre
del año 855; por lo tanto, Benedicto III debió haber
sido reconocido como Papa antes de esta fecha; el 7 de octubre del
año 855, Benedicto III emitió una carta para el monasterio
de Corbie. Hinemar, arzobispo de Reims, informó
a Nicolás I de que un mensajero que había enviado a
León IV se enteró de la muerte de este Papa y
por lo tanto dirigió su petición a Benedicto III, quien
la resolvió (Hinemar, ep. xl in P.L., CXXXVI, 85). Todas esos
testigos prueban que las fechas dadas en las vidas de León
IV y Benedicto III eran correctas y que no hubo interrupción
de la línea de sucesión entre estos dos papas, de modo
que en este lugar no hay espacio para la supuesta papisa.
- Más adelante es aún menos probable que una papisa
pudiera insertarse en la lista de papas cercanos al año 1100,
entre Víctor III (1087) y Urbano II (1088-1099)
o Pascual II (1099-1110) como se sugiere en la crónica
de Jean de Mailly.
ORIGEN DE LA LEYENDA
Esta leyenda de una papisa romana parece haber tenido una contraparte
previa en Constantinopla. En efecto, en su carta a Miguel Caerularius
(1053), León IX dice que él no creería lo que
había oído, refiriéndose a que la Iglesia de
Constantinopla ya había visto eunucos, de hecho una mujer,
en su silla episcopal (Mansi "Concil.", XIX, 635 sq.).
Respecto al origen en sí de la leyenda de la Papisa Juana,
se han establecido diferentes hipótesis.
Bellarmine (De Romano Pontifice, III, 24) cree que la historia fue
llevada desde Constantinopla a Roma.
Baronius (Annales ad a., 879, n. 5) conjetura que la muy criticada
debilidad afeminada del Papa Juan VIII (872-882) en su trato con los
griegos pudo dar lugar a la historia. Mai ha mostrado (Nova Collectio
Patr., I, Proleg., xlvii) que Proteo de Constantinopla (De
Spir. Sanct. Myst., lxxxix) en tres ocasiones se refiere enfáticamente
a este Papa como "el viril", como quitándole el estigma
de afeminado.
Otros historiadores apuntan a la degradación del papado en
el siglo X, cuando además tantos papas llevaron el nombre de
Juan; parecía por lo tanto un nombre ideal para la legendaria
papisa.. De este modo Aventinus ve en la historia una sátira
a Juan IX; Blondel, una sátira a Juan XI; Panvinio (notae ad
Platinam, De vitis Rom. Pont.) la aplica a Juan XII, mientras que
Leander (Kirkengesch., II, 200) la entiende como aplicable en general
a la venenosa influencia femenina que durante el siglo X hubo sobre
el papado.
Otros investigadores se esforzaron por encontrar en varios acontecimientos
y reportes una base definitiva para el origen de la leyenda. Leo Allantius
(Diss. Fab. de Joanna Papissa) la relacionó con la falsa profetisa
Theota, condenada en el Sínodo de Mainz (847); Leibniz revivió
la historia de un supuesto obispo Johannes Anglicus que llegó
a Roma y ahí fue reconocido como mujer. La leyenda también
fue relacionada con los Pseudodecretos Isidorianos, por estudiosos
como Karl Blascus ("Diatribe de Joanna Papissa", Naples, 1779) y Gfrörer
(Kirchengesch., iii, 978).
La explicación de Döllinger ha encontrado en general
mayor aprobación ("Papstfabeln", Munich, 1863, 7-45). Él
reconoce que la leyenda de la Papisa Juana es un vestigio de alguna
tradición del folklore romano ligada originalmente con ciertos
monumentos antiguos y costumbres peculiares. Una antigua estatua descubierta
en tiempos de Sixto V en una calle cercana al Coliseo, la cuál
muestra una figura con un niño, fue considerada por el pueblo
como la representación de la papisa. En la misma calle fue
descubierto un monumento con una inscripción, al final de la
cuál aparece la bien conocida fórmula P.P.P. (proprie
pecuniâ posuit) junto con un nombre con prefijo que dice:
Pap. (?Papirius) pater patrum. Esto pudo fácilmente
haber dado origen a la inscripción mencionada por Jean de Mailly
(ver arriba). También se observaba que el papa en procesión
solemne no transitaba por esta calle (quizás porque era muy
angosta). Más adelante se destacó con ocasión
de la inauguración formal de la Basílica de Letrán
que el recién electo Papa siempre estuvo sentado en una silla
de mármol. Esta silla era un antiguo mueble de baño
de los que había tantos en Roma.; el Papa la usó realmente
para descansar. Pero la imaginación popular llevó a
pensar que así se probaba el sexo del Papa, con el fin de evitar
que, de ahí en adelante, una mujer alcanzara el Trono de San
Pedro.
Explicaciones equivocadas - como las que con frecuencia fueron inventadas
en la Edad Media ligadas con monumentos antiguos - y la imaginación
popular fueron las originalmente responsables del mito de "La
Papisa Juana" que cronistas acríticos, desde mediados
del siglo XIII, dignificaron al consignarlo en sus páginas.
J.P. KIRSCH
Transcrito por Marie Jutras.
Traducido por Eladio Megchún.